Hacienda de Amoltepec, Zacatlán, Puebla 1a Parte

Noticia escrita el: 15 mayo, 2013 | Por: Administrador

Investigación: Mtro. Vicente Emilio Maceda y Arquitecta Verónica García Xicotencatl

 

Encomenderos, propietarios y arrendatarios, siglos XVI – XX

La formación de haciendas y ranchos en la Nueva España tuvo su origen en los años posteriores a la consumación de la conquista de Hernán Cortés y sus soldados, sobre todo, cuando se empezaron a otorgar las primeras mercedes de tierras para estancias ganaderas, cultivo de cereales, plantación de cañaverales, explotación de los fondos mineroas, el aprovechamiento de las aguas de los ríos y, especialmente, por la disponobilidad de una abundante mano de obra de los hombres y mujeres que habitaban en los territorios sometidos.

Las autoridades virreinales empezaron a imponer la costumbre de repartir indios entre los colonizadores desde la primera década de sus llegada, para que los ocuparan como sirvientes, para el cultivo de las tierras, el cuidado de los ganados, la extración de minerales en los ríos y cerros, la construcción de viviendas, la ejecución de obras administrativas y el pago de tributos

Los capitanes y soldados que participaron en la consquista y sometimiento del Imperio Azteca, solicitaron y se les otorrgó el reparto de indios bajo el régimen de encomienda, una institución que había tenido origen en Castilla y que adaptaron a las condiciones del Estado de AMÉRICA.

En al Nueva España predominó más la encomienda continental, la que tenía una forma de señorío-repartimiento, en donde se buscaba el beneficio militar, con obligaciones castrences, con el derecho a poder exigir tributos y por medio del repartimiento, los nativos contribuían a los intereses del señor encomendero.

La encomienda no fue propiedad territorial, sino otorgamiento de un espacio en donde habitaba un determinado número de personas, las que tenía que entregar una contribución de bienes y servicios, con la obligación de parte del señor encomendero de cuidarlos, protegerlos y enseñarles a cultivar las tierras en su propio beneficio, y como los indios, inclusive los caciques principales, tenían que pagar un tributo, generalmente en especie, salvo casos particulares, éste se cubría de bienes monetarios.

Las mercedes de tierras que les dierpn en encomienda fueron las que favorecieron el sugimiento, consolidación y desarrollo de las haciendas, que en poco tiempo ya funcionaban como empresas agrícolas y ganaderas. Las caballerías de tierra, las estancias y los sitios para ganado mayor y menor, determinaron la extensión y la función productiva de cada una de las haciendas, ranchos, molinos, trapiches, ingenios, batanes, tierras comunales y ejidos.

La mayoría de los encomenderos no eran hombres de negocios, sin gran capital y nada de indutria; su mérito consistía en las relaciomes con las autoridades de la Corona Española, los Virreyes y los integrantes de la Reala Audiencia de México.

La abolición de las encomiendas se empezó a plantear desde 1542, pero como la mayoría de encomenderos protestó, se discutió la posibilidad de que amparara a varias generaciones. La Real Cédula del 8 de abril de 1629 concedía el disfrute por una vida más, pero con la condición de pagar una composición de tierras.

En 1701 se decretró la incorporación de todas las encomiendas a la corona, sobre todo, las que tenían aquellos encomenderos que no residían en las Indias; la abolición general de la encomienda, como institución , se decretó el 29 de noviembre de 1718, y se complementó con las normas dictadas el 12 de julio de 1720 y las del 11 de agosto de 1721. Aunque muchas todavía quedaban vigentes en los primeros años del siglo XIX en el territorio poblano como de Francisco Montaño que subsitió en Tecalihasta 1803.

Para la fundación de haciendas y ranchos en ele valle poblano, entre 1530 y 1535, mucha población nativa que se dedeicaba a la agricultura perdió sus tierras, sobre todo, porque las autoridades virreinales las otorgaban mediante mercedes a los españoles, no para que ellos las trabajaran, sino para que utilizaran mano de obra de los indios mediante trabajo forzoso, en muchas ocasiones sin retribución alguna y, en otras, como sirvientes, peones o trabajadores eventuales durate las épocas de siembra, escarda y cosecha.

En los últimos años del siglo XVI, las haciendas y ranchos ya se habían consolidado en las regiones más aptas para la agricultura y la cría de ganado, especialmente en Atlixco, Cholula, Huejotzingo, Tepeaca, Tecamachalco, Izúcar de  y las llanuras de San Juan, por la zona cercana a las elevaciones volcánicas, donde abundaba el agua, los montes y la mano de obra.

Los hacendados que empezaron a disfrutar de grandes extensiones de tierra fueron: Diego de Ordaz, tenía 1851 varias caballerías de tierra en Xalmimilulco y Atlixco, Fernando Altamirano, yerno del Virrey Luis de Velasco, en Huejotzingo; Juan de Hierro Padilla, pariente del Virrey Antonio de Mendoza, tenía también muchas hectáreas de tierra y licencia para sacrificar reses y abastecer de carne a varias poblaciones, Pedro Lorenzo de Castilla poseía tierras y molino de trigo; por lo que el cronista del siglo XVII Miguel Zerón Zapata, afirmaba que de los primeros años de esta centuría en los valle centrales ya había más de 140 haciendas y una multitud de ranchos, todos dedicados a variados cultivos , especialmente trigo, ya fuera de riego o de temporal, y a la cría de vacas, toros, caballos, oejas y cerdos, semillas y animales que se llevaban mayoritariamente a las ciudades de Puebla, México y Veracruz, sin descuidar las ciudades intermedias.

 

La palabra hacienda se utiliza con mayor frecuencia en las composición de tierras en 1643, sobre todo, para referirse a las unidades productivas relacionadas con agricultura y la ganadería; y el término rancho a las extensiones menores, que podian estar anexas a las haciendas, o ser totalmente independientes, y con ocupaciones idénticas, contrucciones similares, todo dependía del poder económico que tuvieron los propietarios.

El crecimiento de haciendas y ranchos durante la época novohispana en Puebla. Fue muy destacado e importante a grado tal durante un largo periodo a sus valles se les denominaron como los graneros del virreinato.

 

 



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